Mis abuelos, los padres de mi madre, se conocieron en una panadería. Mi abuela, oriunda de Hinojo, un pueblo de la provincia de Buenos Aires, estaba visitando a sus hermanas que se habían ido a vivir a Rafael Calzada, una Ciudad que queda a 23 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires y donde yo nací y me crié. Mi abuela estaba con una de sus hermanas comprando en la panadería que aun existe y se encuentra en la calle Altamira con Solís (no se si se sigue llamando así) cuando mi abuelo entró a comprar el pan. Se saludaron y cada uno siguió con lo que estaba haciendo. Lo que mi abuela no sabía es que mi abuelo había tramado salir de la tienda en su bicicleta y dar la vuelta a la manzana para encontrarlas en la otra esquina. Y aquí estoy yo escribiendo hoy estas líneas; el plan de mi abuelo resultó.
Se conocieron y se pusieron de novios. Pero mi abuela regresó al pueblo de Hinojo, porque estaba sólo de visita por Calzada. Entonces mi abuelo fue a conocer a su familia, en ese entonces se necesitaba la bendición de los padres para poder casarse y formar una familia. En la historia que me contaron, cuando mi abuelo llegó en tren todo el pueblo le dio la bienvenida. Tal vez parece un cuento, pero a mi me encanta imaginarlo así.
Se casaron y tuvieron tres hijas, una de ellas mi mamá. Y el cuento sigue hasta aquí para contarles que en sus primeros años de familia mis abuelos tuvieron una panadería que supo funcionar a todo trapo. Mi mamá me cuenta que de chica se colgaba de las vitrinas de caramelos y se llenaba los bolsillos. Dulces travesuras.

Ayer cuando saqué los pancitos de camote del horno me acordé de mis abuelos, yo no conocí su panadería pero sí tengo recuerdos de ellos amasando. Será que llevo ésto en la sangre, pensé. Porque me encanta hacer pan, me encanta probar y desafiarme, porque si bien a diferencia de ellos los hago sin gluten, el amor y la pasión es la misma. Lo siento adentro.
Y si leíste todo mi preámbulo te digo ¡gracias! Porque para mi no se trata sólo de compartir recetas, sino que cada una de ellas se lleva algo mío.
Y ahora contándote sobre estos pancitos, hace rato que tenía ganas de hacerlos. El pan de camote es algo típico de Perú, lo amé desde el primer día que lo probé, tienen un suave sabor dulce que me encanta. Así que buscando recetas encontré una que me animó a hacerlos, reversionándolos sin gluten. ¡Gracias @_pizquitadesal por esta maravilla!
Si se animan, ¡me cuentan!

Ingredientes (8 pancitos)
- 1/2 taza de agua tibia + 2 cdas de levadura seca (en polvo) > para el fermento
- 1 taza de puré de camote (batata)
- 1 huevo
- 1/4 taza de panela o azúcar mascabo
- 1 cdta de sal
- 2 cdas colmadas de ghee o mantequilla sin sal
- 2 y 1/2 tazas de mix harina sin gluten (podés utilizar un mix casero o alguno comprado de buena calidad)
- 1 yema de huevo
Procedimiento
- Primero preparamos el fermento. Colocamos en un bowl la 1/2 taza de agua tibia y la levadura, mezclamos bien y dejamos reposar unos minutos para que se active. Que duplique al menos su tamaño.
- En otro recipiente mezclamos el puré de camote, el huevo, el azúcar, la sal y el ghee o mantequilla, hasta lograr una pasta homogénea. Al final agregamos el fermento e integramos. Luego incorporamos de a poco la harina y vamos integrando, hasta formar una masa. Debe quedar un bollo liso y parejo. Cuando lo hayamos logrado, lo tapamos con un paño húmedo y lo dejamos leudar, de 2 a 4 horas.
- Pasado el tiempo de leudado, dividimos la masa en bollitos del tamaño que deseemos y los colocamos en una placa para horno ligeramente engrasada o con papel mantequilla, con un mínimo de separación entre bollo y bollo. Pincelamos con la yema de huevo.
- Cocinamos en horno precalentado a 180 grados por 40 minutos. Retiramos y enfriamos sobre una rejilla.
¡Panes maravilla! Son deliciosos, me encantan tanto para un sandwich, untados con miel, mermelada o para comer así solos.

Gracias…
Me gustaMe gusta